Hemos tenido una nueva reunión de soñadores, esta vez con el famoso libro de Gabriel García Marquez “Cien años de soledad”. Ha sido interesante leer de nuevo el libro y descubrir matices olvidados en una primera lectura.
Es un libro que nos envuelve y nos sitúa en la rica cultura y folclore sudamericano, dejandonos a veces confusos entre la realidad y la magia, en el que también domina el sentido del humor atrapandonos poco a poco en ese Macondo indefinido que habita en nuestros corazones sin tener un lugar fijo en el mapa geográfico. Gracias a los personajes de nombres repetidos vamos percibiendo poco a poco la esencia de diferentes seres humanos atrapados por la soledad.
Esto puede llegar a confundirnos y crearnos confusión porque todos los personajes parecen destinados a ese destino trágico de soledad que envuelve cada página del libro, acercandonos de puntillas casi a esa mezcla de realidad y magia que ha cautivado a tantos seres humanos.
Creo que entre esa maleza de personajes que pululan y juguetean se hallan interesantes reflexiones sobre las civilizaciones humanas. Macondo es un lugar nuevo, una especie de paraíso donde es todo tan nuevo que no hay muertos, poco a poco crece, alcanza épocas de esplendor pero también la decadencia siendo atrapada por guerras fratricidas y horribles matanzas que son condenadas a la soledad del olvido.
Reflexión de como olvidamos nuestro pasado, presente en varios momentos de la obra pero quizá como gran reflejo en esa misteriosa enfermedad del olvido que nadie sabe curar excepto Melquiades; personaje maravilloso y extraño que escribe el destino de los Buendía en el misterioso y mágico lenguaje de la India antigua, el sánscrito.
Después de verme atrapada de nuevo por Marquez me pregunto si quizá esta obra nos hable de como, a veces, nos vamos perdiendo y condenando poco a poco como la estirpe de los Buendía que se encierran generación tras generación en su propia soledad: la incapacidad de amar del coronel Aureliano, el miedo a su propia corazón de Amaranta... un toque de atención para no caer en ese ocultamiento hacia dentro que nos impide abrir nuestros corazones y compartir, recordar y ser fieles no solo a nosotros mismos sino al destino de la humanidad, luchando por no cometer esos errores y olvidar el pasado, el presente y con ello la posibilidad de un luminoso futuro.
"Poco después, cuando el carpintero le tomaba las medidas para el ataúd, vieron a través de la ventana que estaba cayendo una llovizna de minúsculas flores amarillas. Cayeron toda la noche sobre el pueblo en una tormenta silenciosa, y cubrieron los techos y atascaron las puertas, y sofocaron a los animales que durmieron a la intemperie. Tantas flores cayeron del cielo, que las calles amanecieron tapizadas de una colcha compacta, y tuvieron que despejarías con palas y rastrillos para que pudiera pasar el entierro."
Deseando que escuchemos a nuestro propio corazón se despide hasta la próxima.
Gota de lluvia.