Después de unos meses de descanso los soñadores nos hemos reunido de nuevo con renovadas energías. Para comenzar la nueva trayectoria empezamos con un clásico de la literatura norteamericana “El Gran Gatsby” de F. Scott. Fitzgerald.
El libro no solo retrata una época, la de los años 20 y el anuncio lento de su decadencia marcada por el crack del 29 sino que, podríamos definirla como la presentación de un antihéroe condenado como su época a la extinción.
Jay Gatsby, personaje que sobrevuela toda la novela pero al que realmente nunca llegamos a conocer totalmente, solo sabemos de él aquello que Nick Carraway nos cuenta.
Descubrimos y vislumbramos a esa persona luchadora y a la vez atrapada en un sueño que persigue y a la vez le condena.
Su anhelo, su lucha por atraer de nuevo a Daisy a su vida le hace caminar, sacar lo mejor de él, no caer en la superficialidad y banalidad corrompida que le rodea, luchar hasta convertirse en una especie de héroe que continua siempre adelante pero también le atrapa y sentencia como un personaje al que su propio romanticismo y anhelo de perfección condena para este mundo y por ello debe pagar un precio por intentar alcanzar la luz del sol. Una especie de Ícaro moderno que intento volar demasiado cerca del sol, sin ser muy consciente que eso era a su vez su perdición.
Gatsby nos seduce desde el principio y nos atrae como a todos los personajes que desfilan por sus fiestas, y como ellos nos inventamos y creamos al Jay Gatsby que mejor se adapta a la idea del momento, pero nadie ni siquiera Nick, que parece acercarse a él, ni Daisy, sueño dorado por el que lucha, parecen molestarse en intentar comprender al hombre detrás del mito, de la parafernalia, del glamour y la frivolidad.
A menudo llegaban y se marchaban sin siquiera haber visto a Gatsby; venían en pos de una fiesta con una simplicidad de corazón que era su propia boleta de entrada.
Nos hallamos de nuevo ante un juego de espejos en el que Jay y Myrtle son finalmente las víctimas atrapadas en sueños y anhelos de perfección, de una vida mejor, a las que les condenan casi desde el principio Daisy y Tom, claro que de eso no somos conscientes hasta el final, cuando recorriendo toda la novela entendemos que el matrimonio Buchanan siempre “jugo” desde su posición acomodada y frívola con ellos, tal vez lo hicieron inconscientemente atrapados en su propio mundo de riqueza en el que nada posee profundidad.
No dista tanto esa sociedad americana de los años 20 de la frivolidad de hoy en día, donde aún hay Jays que luchan por algo mejor, más puro, más autentico, más real que este juego de apariencias, de consumismo que nos atrapa y nos impide verlos, mientras nos hace mantenernos como Daisy en el lugar que creemos nos corresponde sin molestarnos en mirar al otro a los ojos, en entender que quizá la apuesta de Gatsby es más arriesgada, y si parece atraparle en un pasado pero quizá … quizá nos acerque a un futuro mejor si somos capaces de entender durante un momento el largo alcance de su mirada, si logramos ver la luz verde de la bahía y luchar por ella, y también de ver más allá y no dejarnos atrapar por ella pero a la vez tenerla como meta.
“La roca del mundo está fuertemente asentada en las alas de un hada”
F.Scott. Fitzgerald
Sé que parece una contradicción en si misma pero quizá esta sea la grandeza de Scott Fitzgerald, ser capaz de hallar algún sentido a aquello que puede atraparnos y condenarnos como Gatsby o hacernos mejores personas. En nuestras manos está la elección y la lucha.
En ese entonces nos fue esquivo, pero no importa; mañana correremos más aprisa extenderemos los brazos más lejos… hasta que, una buena mañana…
De esta manera seguimos avanzando con laboriosidad, barcos contra la corriente, en regresión sin pausa hacia el pasado.
Deseando que nunca os quedéis atrapados en el pasado y siempre aprendiendo de él luchéis por aquello que realmente hace cantar vuestra alma se despide
Gota de Lluvia