Hemos tenido una nueva reunión de soñadores con el delicioso libro de Laura Esquivel “Como agua para chocolate”.
Es un libro de lectura fácil, en el que a través de la comida nos va desgranando una historia de amor. La distribución del libro es curiosa ya que cada capitulo es un mes y una receta de cocina y a través de estas imágenes, colores y sabores metidos en la cocina vamos descubriendo a Tita, su mundo y sus sentimientos.
Nos encontramos en Mexico a principios del S.XX, donde la tradición de que las hijas pequeñas deben permanecer al lado de la madre y cuidarla hasta su muerte, impiden a Tita casarse.
Tita se enamora de Pedro pero es un amor prohibido y en un intento de poder estar cerca de Tita, Pedro se casa con la hermana de esta plantando la simiente de la historia.
Los personajes nos recuerdan a las tragedias griegas, son personajes muy definidos (blanco o negro), sin medias tintas.
El amor de Pedro y Tita continua a lo largo del tiempo pero es de un carácter pasional que los arrastra hasta el final, mientras que la aparición del doctor John Brown nos muestra otro tipo de amor más sereno, más profundo aunque en este caso no puede competir con la pasión y el impacto del primer amor. Aún así el personaje del doctor es de los más interesantes y quizá el más rico en matices, aunque suele quedar relegado en la mayoría de los lectores a un segundo plano.
A través de la comida vamos entendiendo esta pasión y las consecuencias e influencias que tienen en los demás personajes, especialmente en Gertrudis, una de las hermanas de Tita.
También es un homenaje a la mujer como alma central de la casa cuyo corazón antes se hallaba en la cocina y desde allí gobernaba, y de algún modo a pesar de los cambios de mentalidad y lugar sigue siendo el corazón y alma que mantiene y cohesiona a la familia con lazos de amor y unión en la mayoría de los casos.
"Mi abuela tenía una teoría muy interesante, decía que si bien todos nacemos con una caja de cerillas en nuestro interior, no las podemos encender solos, necesitamos oxígeno y la ayuda de una vela. Sólo que en este caso, el oxígeno tiene que provenir, por ejemplo, del aliento de la persona amada; la vela puede ser cualquier tipo de alimento, música, caricia, palabra o sonido que haga disparar el detonador y así encender una de las cerillas. Por un momento nos sentiremos deslumbrados por una intensa emoción. Se producirá en nuestro interior un agradable calor que irá desapareciendo poco a poco conforme pase el tiempo, hasta que venga una nueva explosión que haga reavivarlo.
Cada persona tiene que descubrir cuáles son sus detonadores para poder vivir, pues la combustión que se produce al encenderse una de ellas es lo que nutre de energía el alma. En otras palabras, esta combustión es su alimento. Si uno no descubre a tiempo cuáles son sus propios detonadores, la caja de cerillas se humedece y ya nunca podremos encender un solo fósforo.
...
- Hay muchas maneras de poner a secar una caja de cerillas húmeda, pero puede estar segura de que tiene remedio.
Tita dejó que unas lágrimas se deslizaran por su rostro. Con dulzura John se las secó con su pañuelo.
- Claro que también hay que poner mucho cuidado en ir encendiendo las cerillas una a una. Porque si por una emoción muy fuerte se llegan a encender todas de un solo golpe, producen un resplandor tan fuerte que ilumina más allá de lo que podemos ver normalmente y entonces ante nuestros ojos aparece un túnel esplendoroso que nos muestra el camino que olvidamos al momento de nacer y que nos llama a reencontrar nuestro perdido origen divino. El alma desea reintegrarse al lugar de donde proviene, dejando al cuerpo inerte…"
Deseando que encontréis aquello que encienda vuestras cerillas interiores y ayude a iluminar un poco el mundo que os rodea se despide.
Gota de Lluvia
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