Hemos tenido una nueva reunión de soñadores, esta vez con un libro de Henry James “Otra vuelta de tuerca”.
En su momento fue un libro que conmociono ya que dio como su propio nombre indica otra vuelta de tuerca a los libros sobre fantasmas por la aparición de niños en el relato y sobretodo por su ambigüedad.
Una ambigüedad que sigue persistiendo hoy en día.
¿Qué quiso decirnos realmente Henry James? ¿Existen los fantasmas o se trata de nuestros fantasmas interiores?
Aunque parece que me voy a unir al carro de la ambigüedad, creo que nos habla de las dos cosas porque de algún modo nuestros fantasmas a veces saltan de nosotros y se convierten en algo tangible y real que puede habitar fuera y acaban existiendo los fantasmas como ente propio.
Realmente nunca sabremos la verdad, quizá sea la grandeza de este libro, una colección de cajitas chinas que van abriendo nuevas cajas y cuando llegamos a la última, la más pequeña y escondida está vacía y nos quedamos sin respuesta, aunque tal vez, a fin de cuentas, la respuesta está a lo largo de todo el viaje.
Para empezar, la historia está contada desde un punto de vista, el de la institutriz, que no posee nombre, con lo cual todo lo que nos cuenta es lo que ella ha visto, experimentado o lo que quiere que veamos, ya que necesita que la justifiquemos.
Independientemente de que realmente haya visto a aquellos fantasmas que iban tras los niños, parece empeñarse mucho en remarcarnos lo angelicales que son ellos y lo simple y vulgar que se siente ella.
Su única confidente, la señora Grose parece estar en la historia para darle la razón y teniendo en cuenta que ella cuenta la historia siempre deja la sensación de que no se nos cuenta todo lo que la señora Grose decía realmente.
La ambigüedad es continua en la relación con los niños especialmente con Miles, pero la habilidad de Henry James es que es tan sutil y delicada que no sabemos si es cosa nuestra esa sensación extraña y un poco perversa, nada natural de la relación hacia el o realmente la institutriz oculta ciertos sentimientos hacia el niño.
Cada lector deberá sacar sus propias conclusiones y nunca sabremos que ocurrió realmente en la mansión Bly.
Y quizá sea esa la originalidad del libro, lo que empieza como luz y belleza acaba convirtiéndose en algo oscuro y sombrío, habla de la creación literaria y de la capacidad creativa, de nuestros propios miedos al amor, a perdernos y llegar a destruir a aquello que decimos amar.
Tal vez, al final se trate de no perdernos en cajitas chinas, que vamos ocultando y cerrando con más y más candados en nuestro interior, de ser más sinceros con nuestros temores, atracciones, deseos y confusiones para no llegar a convertirnos en institutrices sin nombres perdidas y atrapadas en laberintos, entre lagos y estancias solitarias donde nadie puede llegar y que juegan a buscar la manera de ser víctimas y verdugos de si mismas.
Deseando que no nos convirtamos en personajes grises atrapados en nuestros propios miedos se despide.
Gota de lluvia