Hemos tenido una nueva reunión de soñadores y hemos concluido la trilogía del Baztan.
De nuevo la muerte visita la región y Amaia se ve envuelta en un nuevo caso trágico pero aparentemente rutinario.
Pronto nuestra inspectora empieza a sospechar que existe una relación entre varios casos similares, a la vez que sus antiguos casos resueltos, y que desataron la tensión en el valle, vuelven con nuevos brios.
En este libro se puede ver con más claridad ese puzzle que la autora ha trazado a lo largo de los tres libros, la conexión especial con Amaia y las fuerzas que han sido desatadas en el valle.
No es casualidad que el personaje de Mari interactue una y otra vez con Amaia y todos los seres mágicos intenten hacerle comprender algo.
La confrontación es ya un hecho y la batalla final decidirá si consigue lavarse la ofensa perpetrada tiempo atrás.
Amaia sigue en una lucha consigo misma que le lleva a alejarse de su marido e hijo, y descubrimos de nuevo a este personaje fuerte que esconde una gran fragilidad, que le hace más vulnerable y como de algún modo su lucha interna se refleja en lo que está ocurriendo en el valle.
Siguen presentes los mismos personajes, y la autora nos depara algunas sorpresas desagradables que hacen caer más a Amaia en su propio abismo del cual únicamente ella podrá salir para enfrentarse a su destino.
Si bien la trama se cierra, es cierto que la autora nos deja abierta la posibilidad de regreso de Amaia en nuevos casos. Aunque el personaje de Rosario también tiene una resolución, aquí en mi opinión la autora lo ha despachado rápidamente, cuando se merecía un gran final por todo lo que nos ha hecho sufrir.
Aún así, y aunque la presencia de los seres especiales que han rodeado a Amaia durante todo el camino no se hacen patentes de un modo tan real, sino que en este caso se han vuelto a fundir con la naturaleza, la trilogía tiene un buen final, y nos deja con ganas de seguir la pista en nuevas aventuras a Amaia.
"El ser humano busca a Dios desde el principio de los tiempos, porque hacerlo es buscarse a sí mismo y el hombre no puede renunciar a su propia naturaleza espiritual; por más que grite a los cuatro vientos lo contrario, tarde o temprano seguirá un dogma, una doctrina, una regla existencial perfecta que le dará la pauta de vida, la fórmula de la plenitud y la protección frente al abismo del universo y al vacío de la muerte. Da igual, ateos, santeros, consumistas irredentos, seguidores de cualquier creencia o moda, todos los seres humanos ansían lo mismo, vivir una vida de perfección y equilibrio. De un modo u otro buscan una suerte de santidad, buscan la protección, la fórmula para defenderse de los peligros del mundo. La mayoría pasa por la vida sin hacer daño a nadie, pero a veces esa búsqueda lleva a caer en manos del mal."
Deseando que los guardianes invisibles y protectores acompañen nuestros pasos, nos despedimos hasta la próxima.
Gota de Lluvia
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